viernes, 21 de septiembre de 2007

Del Sonido al Piano

El Sonido abarca varias definiciones que, rápidamente, pasaré a nombrar para mayor claridad del lector.

Tenemos en primer lugar el concepto del sonido como elemento estrictamente técnico-musical. A este refiere uno, por ejemplo, al oír el sonido de una Orquesta. Su equilibrio polifónico, su conjunción más o menos afortunada etc. Sonido que no sólo atañe a la Orquesta en sí sino también, y como no, al propio Director de Orquesta.

Tenemos en segundo lugar el timbre característico de cada instrumento. A él nos referimos cuando logramos distinguir un clarinete de un oboe, un violín de una viola. Su sonido particular.

Y, finalmente, en tercer lugar y es el que me interesa tratar aquí, el sonido entendido como el propio de cada intérprete distinguiéndose abiertamente de todos los demás sonidos aunque estos sean producidos en el mismo instrumento. Así es como decimos a menudo que este pianista tiene un bello sonido, sonido duro, un sonido muy cantabile etc. Este es el sonido que me interesa.

Quiero ante todo dejar un par de ideas claras aunque compartidas por la mayoría de los músicos pero no todos: Sí. Creo que la madera del piano, sus cuerdas, su mecanismo tan sensible responde sutilmente a determinadas acciones del instrumentista. Entiendo y así es lo que me indica el oído (y no la física acústica que a menudo lo niega) que el instrumento vibra de manera claramente distinto según la mano que lo toca y eso hasta extremos extraordinarios a veces. Consecuentemente sí creo que el intérprete, cuando este es músico, sabrá aplicar un sonido u otro, un color u otro, más bello o estridente, cuando él quiera y cuando la composición lo requiera.


Si aceptamos esta idea que a veces tiene más connotaciones de fe que de puro razonamiento deberíamos conocer las causas y sus efectos. De eso voy a intentar tratar ahora.

En primer lugar tenemos la estructura ósea y muscular de la mano. Esa estructura fina o gruesa, débil o fuerte, pequeña o grande hace que inevitablemente el teclado se sienta influido por ella. La tecla bajará hasta la Felpa (punto último del recorrido de la tecla) a distintas velocidades según el peso y la fuerza del dedo que lo impulsa. Al variar la velocidad del recorrido, de ataque, varía sensiblemente también su sonoridad.

Pero las cosas nunca son exactamente como parecen y debemos ahora contemplar otro factor determinante para los cambios de sonido o de "color". Estos están intrínsecamente relacionados con el carácter inherente de cada pianista: Así es como tenemos pianistas de estructura ósea muscular débil pero de temperamento muy fuerte y ,al revés, pianistas de grandes y poderosas manos con un carácter suave o incluso débil. La relación proporcional entre el peso, fortaleza y anchura de la mano con el carácter del intérprete marcará su sonido personal y único.

En el primero de los casos ( mano pequeña, carácter fuerte) su tendencia será la de producir un sonido áspero, seco y algo duro aunque tendrá como ventaja una gran claridad de articulación y seguramente un "jeu perlé" excelente.

En el otro, veremos como el sonido pese a ser redondo y bien formado por un peso adecuado y profundo resultará poco preciso en determinados momentos. Faltará limpieza y claridad en la articulación, lentitud en los giros técnicos y tendencia a dispararse en los tempis con frecuencia.

Bueno esto no es metódicamente siempre así pero por regla general observamos puntos en común en la mayoría.

Una vez analizado esta faceta pasaremos a hablar de la búsqueda del mejor sonido para todos:

Debemos saber ante todo que la belleza sonora no es un término absoluto. No existe en sí como un hecho individual. El sonido será tanto más bello y adecuado cuanto más entroncado se encuentre con la obra que estemos interpretando.

No buscaremos el mismo sonido en Mozart que estilísticamente aún viene del clave como mucho del pianoforte, que en Bartok en el que el compositor, mayormente, busca sonoridades marcato, con acentos limpios y asocia ciertas ironías, incluso evidentes enfados, con el martilleo característico de piano. En resumen: Es tan grave tocar un Mozart demasiado ampuloso que un Bartok demasiado apagado. (Entendido que las excepciones confirman la regla).

Sea cuál sea el compositor elegido sólo un entendimiento profundo de la obra, una gran concentración y un estado emotivo centrado en la mejor sonoridad serán la clave para acertar en el sonido más adecuado. Ello nos lleva a comentar el último punto esencial en la producción sonora: El estado emotivo.

Si bien, hoy en día, concebimos al pianista como un profesional obligado a tocar y comprender a todos los compositores, debemos admitir inclinaciones personales. No me refiero a aquello tan manido de "prefiero tal o cual" sino a que, por la propia configuración del carácter y de la mano, tendemos de forma natural a interpretar ciertos autores mejor que otros. Así de simple. Cualquier profesional que no lo quiera admitir o miente o no sabe lo que dice.

Esa tendencia natural hacia determinados compositores establece una empatía especial y consecuentemente una emoción intensificada. Y quiero llegar a lo siguiente: El estado emotivo intenso provoca en la mano, en el cuerpo entero en realidad y en la mente un comportamiento muy especial. Le predispone a la tarea que tiene por delante.

Esta predisposición tan especial, que aquí no interesa subrayar demasiado en cuanto a sus efectos pero que tiene que ver con nuestro sistema nervioso central, periférico y determinadas hormonas que se disparan, aumenta considerablemente nuestra capacidad técnica, nuestra comprensión instintiva y, sobre todo, nuestra sensibilidad al Sonido.

Esa particular sensibilidad servirá al pianista para ir forjando el sonido más adecuado a la obra. Progresivamente irá memorizando sensaciones, memorizando digitaciones y ataques cada vez más acertados. Progresivamente "su" sonido irá incorporándose en la sonoridad de la obra. Pronto "su" sonido y la sonoridad de la obra formarán un todo compacto e indestructible.

Ese Sonido fusionado, único e irrepetible, siempre resultará impactante por su sinceridad, idiosincrasia y por la belleza tan conmovedora de oír un corazón abierto "hablar" sin miedos, con absoluta honestidad musical. Oímos el corazón del intérprete y del compositor en toda su pureza. ¿ Existe algo tan bello?

Ese Sonido nos hipnotiza, nos sugestiona. provoca sensaciones de intenso placer, nos incita a seguir oyendo. Nunca se olvida.

Así ocurrieron con los grandes pianistas del ¿Pasado? y algunos del presente. Daniel Barenboim, Claudio Arrau, Sofronitsky, Michelangeli Benedetti, Horowitz, Kempf, Cortot, Marguerite Long, Nikita Magalov, Richter, Zimmerman, Sokolov y tantos otros. Pianistas que logran o lograron plasmar su personalidad, su carácter, su ser, su corazón entero en "su" Sonido sin perder casi nunca las virtudes sonoras de las obras interpretadas. Una delicia. Inmensas recreaciones pianísticas que hacen e hicieron historia.

Eso es Sonido.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Tus explicaciones sobre el sonido me han parecido fascinantes. Pena de que no te extiendas más.
Abrazos

Michel Mañanes dijo...

Te lo agradezco. Otro día ampliaré el tema que es muy extenso efectivamente. Habrá pues una 2º parte.
Abrazos

Anónimo dijo...

A mi me parece que todos tus textos son increíbles! Que bien escribes. Y me gusta lo que dices y cómo lo dices.
Enhorabuena

Michel Mañanes dijo...

Gracias, muchas gracias. Eres profesional? Lo digo por el nick

Anónimo dijo...

Bueno estudié bastante pero luego me hice médico. Qué le vamos a hacer...

Michel Mañanes dijo...

Pues felicidades. Serás seguramente un o una gran médico :-)

Anónimo dijo...

Una...
Nos veremos pronto :-)
Ciao Michel